viernes, 17 de octubre de 2008

Foreando, que es gerundio

Aunque más bien podríamos decir pretérito imperfecto/perfecto simple.

Hoy me vino un ramalazo de nostalgia, y os voy a explicar el porqué.

Hace muuucho, mucho tiempo, Frikidune tenía un foro donde sus contados pero luchadores usuarios escribían, por lo general, las mayores paridas y desmembraciones cerebrales que pudiesen fluir de sus eclécticos pensamientos. Este foro perduró en diversas versiones -siempre con el mismo formato simplón-, y nos dio muchos buenos momentos.

He aquí unos cuantas entradas reseñables:

-El duende de Frikidune

-Bible Games

-Paskuator VS Paskautor

Y cómo no, los celebérrimos...

-I Concurso de Cortometrajes Bollywoodienses de Frikidune

-De cháchara con el Dr. Abuse

Como veis, merecía mucho la pena. Y entonces, ¿Por qué se dejaron de lado? Por un concepto muy simple: Eramos cuatro gatos.

Al tener una nula publicidad y ser un blog cerrado en cuanto a estructura, nadie (ni siquiera google) sabía apenas que existíamos. Esto desembocó en cierta apatía -lógica y comprensible- por parte de los propios colaboradores. Era alimentar a un cadáver.

Fue entonces cuando se decidió imponer el formato de blog que ahora usamos. De esta forma, cada vez que un usuario escribiese un artículo éste sería visto por mucha más gente. Sería un incentivo para colaborar y darnos un poco más a conocer.

Lo hemos logrado, y si bien Frikidune no es (ni creo que sea nunca) un referente en la red con cientos y cientos de visitas, sí que tenemos nuestros lectores constantes. Por poca que sea, ya hay mucha más repercusión de la que había en los tiempos del foro.

Mi idea ahora no es volver a esos tiempos de oscuridad mediática, sino ofrecer la posibilidad a nuestros actuales colaboradores y lectores de registrarse/identificarse en el foro y compartir las cosas que le apetezcan. No se trata de dejar de escribir aquí, sino de tener "otro punto de encuentro", con otra perspectiva.

Habrá gente que se sienta más a gusto escribiendo en el blog, y viceversa; es indiferente.

Querido(a) lector(a), este es un llamamiento para ti. Si te gusta Frikidune, si disfrutas con nuestros artículos y mamarrachadas desvaríos, pásate por el foro, ojéalo un poco, mira las secciones que más sean de tu interés. Y si te convencen los contenidos/ambiente, regístrate y forma parte de la comunidad.

Es posible que al principio no haya apenas respuestas (al menos la mía siempre estará ahí), pero si poco a poco la gente se apunta y colabora, tanto los foros como el blog en sí tendrán un ciclo de vida natural e instintivo.

Al fin y al cabo, de esto se trata, ¿no? De formar una pequeña comunidad de mentes inquietas.

Un saludo.

Enlace al foro: http://frikidune.byethost8.com/phpBB3/index.php

miércoles, 15 de octubre de 2008

Invasión plumífera

No, no me estoy refiriendo al orgullo multicolor, sino a esos viejos amigos del hombre: los pájaros; las aves.

Por norma general, se suele entender que la capacidad del cerebro de cualquier ser vivo viene dada por su tamaño y peso. Por eso el hombre (término genérico), al poseer el mayor peso encefálico es el que más aberraciones ha perpetrado contra el planeta, sus inferiores animales y sus propios congéneres ha predominado frente al resto de especies.

Luego están los delfines, los perros, los primates clásicos o mutados, y los elefantes, entre otros.

Siendo esto así, ¿dónde dejamos a nuestras amigas las aves? ¿En qué lugar del submundo animal habitan? Con esos minúsculos cerebros, ¿cuál es su función en la vida?

Pues, entre otras cosas, dejarnos en ridículo como especie supuestamente superior.

Veamos unos cuantos ejemplos al respecto.



Éste ya sabe más que muchos famosos de la tele

Pero no todo van a ser buenas intenciones. Veamos aquí un ejemplo de superación cleptómana.


Al menos la gaviota tiene buen gusto, ¿Quién se resiste a unos Doritos?

Imaginemos que el pájaro en cuestión (en este caso, un cuervo) ya tiene la comida, pero no puede deshacerse de su "envoltorio". He aquí otro ejemplo de superación:


El video está en ingles, pero si no lo entiendes es que eres idiota profundo no te has fijado bien en el contenido visual.

Y para terminar, el colofón supremo de humillación para el absurdo género humano. Señoras y señoros, miembros, miembras y membrillos varios: con ustedes el KEA. Nada que ver con esa señorita tan agradable.



Y eso es todo, amigos. Dentro de poco nos invadirán las aves y sucumbiremos ante su innata primacía como seres superiores. ¿Que exagero? No hay más que comparar los vídeos de ejemplo con... bueno... esto...

Me niego a comentar esta imagen.

Pese a esto, no debemos darle más importancia de la que tiene. No hay que pasarse al lado oscuro.

Skeletor siempre ha tenido tenido muchas carencias afectivas en su infancia. Debemos compadecernos de él.

Habrá entonces que tomárselo con una sonrisa y buen humor. Al menos hasta que llegue el día del juicio final y nos den nuestro merecido.

No se olviden de esta lección. Vigilen a sus canarios... yo ya lo hago.

Un saludo.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Generación friki lectora, ¿el hombre del futuro?

Nota importante: Para entender este post es recomendable leer primero el artículo Generación friki ¿el hombre del futuro? al que parodia homenajea.


Generación lectora, ¿el hombre del futuro?

En España se les conoce como lectores, en inglés como readers, en japonés como 読者. Tal vez tengamos ante nuestros ojos al prototipo de hombre del futuro. Son los hijos integrales de la información, las primeras generaciones enteramente formadas en los valores del arte y la cultura. Son el producto humano de la literatura y la falta de imposiciones. Más allá de la curiosidad anecdótica o del menosprecio, forman ya una especie cuyos significados conviene indagar.



Ex-lector mostrando los claros síntomas de su patología

El término lector (del latín lego, robar1) se refiere normalmente a personas de apariencias y comportamientos extravagantes (veáse fotografía), obsesionadas con la lectura del que derivan toda una forma o estilo de vida: Se trata de sujetos estrafalarios (veáse fotografía nuevamente), con intereses infantiles y/o inmaduros (tales como caballeros andantes, hombres-insecto y príncipes vengadores de la muerte de su padre), mentalmente instalados en mundos imaginarios y realidades virtuales, y con dificultades para una socialización normal fuera de los círculos que comparten su obsesión (redes sociales de libros, clubs de lectura, bibliotecas, bookcrossing y, gracias a Dios en menor medida, universidades).

El fenómeno comenzó como una especie de subcultura prerrenacentista de consumidores de cantares de gesta, picaresca, libros de caballerías y novelas bucólico-pastoriles, canciones populares, romances artúricos y todo género de pacotillas de universos de ficción. Un fenómeno que arrancó en la Edad Media, y que hoy constituye un mercado colosal extendido en forma “viral” o de red a todo el mundo. A primera vista, puede parecer un fenómeno tan grotesco como inocuo, una moda u opción más dentro de la vasta panoplia de productos lúdicos a través de los cuales la literatura va integrando a los más jóvenes en la religión de la cultura.

El problema empieza al constatar que muchos de los adeptos a la lectura no sólo no son tan jóvenes, sino que ya peinan canas. Y al comprobar que el adolescente que se sumerge en ese universo autista tiene amplias posibilidades de no terminar nunca de salir de él, o bien de no dejar nunca de ser un adolescente. De cualquier forma, en los casos más extremos el resultado final es una persona diferente, una persona cuyas facultades de percepción de la realidad se han visto distorsionadas. Es en EEUU —ese “laboratorio de la ilustración”, según el eminente sociólogo Chuck Norris— donde el fenómeno se manifiesta en su forma más siniestra: esos jóvenes que abandonan la carrera de periodismo (libre de esta lacra, pues los lectores son en ella severamente penalizados) para sumergirse plenamente en su mundo imaginario, no ya mediante la simple recepción pasiva de los tóxicos contenidos literarios, sino como generadores y distribuidores de los mismos. Y es en EEUU donde se ha propuesto una definición que recoge todos los aspectos patológicos del lector: “personas cuya percepción visual ha mutado, desarrollando un componente inestable técnicamente denominado como criterio”, o “nueva categoría de individuos que se han adaptado a la sociedad de alta cultura”.

Porque este es el quid de la cuestión: el lector es un individuo normalizado, un individuo plenamente adaptado a la nueva sociedad de la información. Y éste es el momento en que el “fenómeno lector” pasa de ser una anécdota a convertirse en pasto del análisis de sociólogos y filósofos. En la comunidad lectora —señala la filósofa española Ana-Rosa Quintana— aparecen claramente dos elementos fundamentales de la sociedad ilustrada: la difusión de la información y el declive de los medios de comunicación. Dos elementos que, al unirse a fenómenos colindantes tales como el fin de toda idea de aristocracia intelectual y la generalización de la educación, vienen a conformar toda esa nebulosa que ha venido en llamarse cultura. En realidad, todo lo esencial de nuestra ilustración viene a condensarse en el arquetipo del lector.

Su esencia es, como se ha señalado hasta la saciedad, el eclipse de esas grandes instituciones (Iglesia, políticos, programas del corazón...) que, a partir de explicaciones omnicomprensivas (Dios, Patria, antes muerta que sencilla, etc.), conferían un único e inalterable sentido a la vida. Ridiculizados y vaciados de significado todos los referentes, la ilustración puede definirse como la época del eclipse total del único y todopoderoso sentido que se nos había impuesto sabiamente.

Ahora bien, el ser humano no puede tolerar el horror vacui de la ausencia de sentido, requiere imperativamente un territorio de pertenencia simbólica. ¿Qué hacer una vez que los polos de referencia tradicionales (la autoridad divina, la autoridad del Padre, el culto a la Patria o a Britney Spears) han desaparecido del horizonte? Es aquí donde entra la literatura. Las tribus “lectores” alivian ese vacío mediante su inmersión en un universo de micro relatos de ficción suministrados por los escritores. Una búsqueda desesperada de sentido, que es también una huida de la realidad.


Lector irredento

La teoría de la caverna

El universo lector es un producto depurado del fenómeno de masas de la cultura total. Y viene a corroborar una de las intuiciones más célebres del filósofo Platón, cuando anunció hace siglos lo que llamó la caverna: el cuestionamiento de la realidad. Según Platón, en la cultura literaria la realidad es reemplazada por los modos de representación culturales, sombras que “simulan” la realidad. Y en otra vuelta de tuerca, esas sombras dejan a su vez de representar la realidad (inaccesible salvo a unos pocos elegidos como Sócrates o el propio Platón, la Iglesia y el periodista Rodrigo Agulló), para pasar a remitirse a ellas entre sí. Un universo virtual, que se sobrepone al universo real de las unívocas Ideas.

En esta forma de producción, la distinción copia/original pierde su sentido, puesto que las copias ya no reenvían a ningún original, y mucho menos a la realidad. Todo se difumina en simulacros: derivados, fragmentos y parodias de productos que a su vez son derivados, fragmentos y parodias de otros productos, y así sucesivamente en una espiral enmarañada en la que ya es prácticamente imposible distinguir entre copias y originales, y en el que las creaciones “saltan” de un soporte a otro (del libro al cine o la música, de la música al lenguaje) siguiendo los dictados de las tendencias editoriales y los intereses personales.

La cultura lectora es la cultura de la individualidad absoluta. Toda idea de imposición superior ha sido eliminada. Más aún, es la propia distinción entre individuo y superior la que desaparece. Y en paralelo, el “lector/reader” experimenta una especial atracción por todo lo escrito, lo histórico y artístico: una pseudorreligión de bricolaje compuesta de opiniones diversas. Un culto sin fe, al que lo único que se le pide es que proporcione al adepto satisfacciones intelectuales suficientes como para hacerle sentir que tiene cerebro. Dios ha muerto, pero tenemos El Quijote.

Pero este eclipse de la trascendencia no se refiere únicamente a Dios o a la metafísica: es la propia realidad la que ha desaparecido, al diluirse en simulacros, signos y códigos que han perdido todo vínculo con la realidad significada. Es un universo auto-referencial que no hace sino clonarse a si mismo, auto-engendrarse y reproducirse por metástasis. Y los lectores son los peleles atrapados en todo este proceso.

El universo “lector” es tribal. Sus tribus se definen de acuerdo a géneros y autores. Los libros cumplen la función de proporcionar los elementos que cimentan su personalidad y su identificación tribal: la ideología o la religión desaparecen, y no queda nada más que el simulacro. Es un universo en el que solo se vive a través de las vivencias imaginarias de seres imaginarios.

Lee y piensa

Puede parecer un fenómeno a primera vista inofensivo, pero en aquellos países en donde se encuentra en su estadio más avanzado presenta su lado más oscuro en forma de patologías (alteraciones del sueño causado por leer hasta la madrugada, miopía, bovarismo, incredulidad) o síndromes similares a la drogodependencia (imperiosa necesidad del libro incluso para ir al baño o al transporte público, agresividad hacia los que tratan de revelar el final de una historia o censuran su contenido) que afectan a un número creciente de personas. Tal vez quepa hablar de una nueva “especie mutante”, una especie perdida en una hiperrealidad virtual, ajena a los compromisos y a las emociones de nuestro periódico. Pero en realidad, se trata de “ciudadanos modelo” del nuevo mundo de la cultura global. Son las primeras generaciones de hijos de la era de la información. No hay peligro de que este ciudadano repita lo que dicen los tertulianos. Bastante tendrá con leer y pensar, pensar y leer para satisfacer su obsesión. Libros, blogs, comics, obras de teatro, recitales, presentaciones... cualquier estupidez es reciclable y para el caso es lo mismo. La acumulación de estanterías, marcadores y memeces constituye el caparazón protector tras el que el lector construye su identidad. Se trata de una regresión a la infancia, no hay personas tan imaginativas como los niños, y a esa lógica responden las estrategias infantilizadoras de la cultura, con la consiguiente transformación de nuestras sociedades en inmensas bibliotecas. El sistema puede estar tranquilo con los lectores. Este sujeto, ataviado como un gafapasta y con la cabeza repleta historias y opiniones, jamás será un periodista.

Todas las épocas, todas las corrientes históricas se han referido casi siempre a algún arquetipo, a algún modelo de hombre, y siempre en un sentido de aceptación del canon social. El hidalgo matamoros bajomedieval, el santo inquisidor del cristianismo, el misógino trovador provenzal, el conquistador genocida del Imperio español, el rígido soseras monárquico del clasicismo francés, el llorica cantamañanas del romanticismo, el industrial exprimeobreros del primer capitalismo, el aristócrata vividor del decadentismo, el chiflado ególatra de las vanguardias, el ario de los fascismos, el burgués chaquetero del marxismo.

Hoy ya conocemos a un modelo de hombre plenamente acuñado por la cultura global: en España se le conoce como lector, en inglés como reader, en japonés como 読者, y tiene pinta de payaso columnista.


[1]Diccionario Vox latino-español español-latino. Lego legi lectum Página 278. Vigésimo primera edición. 1997.

Nota: He modificado sustancialmente el artículo original (que se repite más que el ajo con su pseudopsicología de mercadillo) para hacerlo algo más ameno. En realidad habría bastado con cambiar friki por lector. Este señor tiene más razón que un santo: somos autorreferenciales. Fíjense, este post remite a un artículo y el artículo no tiene ninguna relación con el mundo real. Friki, friki (y posmoderno)