lunes, 2 de junio de 2008

2º Finalista I Concurso Blog Frikidune

Buenas, hoy vamos a exponer la contribución del segundo finalista del concurso.

Yosu nos narra su particular visión (bastante objetiva, todo hay que decirlo) sobre el teléfono móvil y cómo su implantación en nuestra sociedad ha cambiado ciertos hábitos del pasado. Es un artículo extenso y ameno, documentado con unas cuantas imágenes.

Se dicen muchas verdades y sin entrar en tecnicismos ni lenguajes técnicos soporíferos. ¿Hay algo de malo en todo esto? No, y de ahí su premio en el certamen.

Aquí va el antiguo integro. Las imágenes son las que el propio usuario adjuntó en el artículo original. Espero que lo disfrutéis tanto como yo.

EL TELÉFONO MÓVIL: IMPACTO SOCIAL

Por Yosu

Durante los pasados ciento treinta años se ha potenciado grandemente el empleo del habla gracias a una invención de Alexander Graham Bell: el teléfono. Y desde hace relativamente pocos años podemos llevarlo con nosotros a donde queramos para mantenernos en todo momento conectados al mundo. El teléfono móvil supone para miles de millones de personas, sea con fines laborales o por placer, un medio esencial de comunicarse. Su invención supuso todo un impacto en nuestras vidas.


Cuando, en el ámbito de la telefonía, hablamos de impacto, lo primero que nos viene a la mente es una situación que casi todos hemos vivido ya. Que te agachaste y salió disparado del bolsillo de la camisa; que te quitaste la chaqueta y, al doblarla en el brazo, cayó del bolsillo; que se te resbaló de las manos cuando llevabas un rato haciendo juegos malabares con él; que se activó ese súper vibrador que algunos tienen y que acabó cayendo de la mesa… esa infinidad de situaciones que acabaron uniendo la expresión teléfono móvil a la palabra impacto. Todos nosotros la conocemos, ya sea porque nos dio un pequeño susto, nos castigó con una fea ralladura o porque directamente nos mostró en profundidad el núcleo de nuestro móvil sin necesidad de acudir a un destornillador. Pero no es este tipo de impacto el que nos ocupa en este artículo. Vamos a reflexionar en dos cuestiones: cómo nos cambia y cómo cambiamos nosotros el entorno que nos rodea mediante su uso. Algunas cosas resultan evidentes, otras imperceptibles, pero todas se manifiestan casi cada día.


En primer lugar, podemos ver cómo nos ha cambiado a nosotros mismos, en pequeños detalles de nuestra vida.



Tengamos en cuenta que, antes de que perdieran los cables, todos teníamos un teléfono fijo en casa. Usábamos el fijo en lugar del móvil y algunos usaban el telégrafo en lugar del SMS. ¿Las diferencias?


Una gran diferencia es la menor utilidad que mostraban aquellos con respecto a éstos o, dicho coloquialmente, como cuando preguntamos a quien no enseña su móvil nuevo: “¿qué hace?”. Los teléfonos fijos son para llamar y recibir, nada más. Y, curiosamente, tenían y siguen teniendo los tonos de llamada predeterminados, con lo que se han perdido infinidad de millones de pesetas en esos años en los que se podrían haber vendido tantos tonos de llamada. Al fin y al cabo, es algo que los fijos podrían haber hecho. (Y podríamos haber aprovechado estos años para avanzar tecnológicamente en este sentido. A saber dónde estaría ahora ese negocio. Me pregunto por qué a nadie se le ocurrió en aquel momento.)


Pero la más evidente diferencia es la falta de movilidad. No podíamos quitarlo de la mesita en la que estaba o, como mucho, podíamos alejarnos un poquito. No podíamos, por ejemplo, responder desde el cuarto de baño, como algunos de nosotros no tenemos vergüenza en hacer ahora. Hoy, además, al poder llevar el móvil siempre encima es común ver a la gente con él siempre en la mano, dando expansión al negocio de los carteristas en las terrazas y los chiringuitos de playa o, como ya mencioné un poco antes, haciendo verdaderos juegos malabares, dignos de maestros.


El móvil nos ha hecho darnos cuenta, además, de una gran deficiencia del cerebro humano, una que ya sufríamos con el fijo, pero que éramos incapaces de ver. Y es que el ser humano tiene grandes dificultades, sino imposibilidad, para coordinar el mundo con el que se está telecomunicando y el mundo real (lo cual descarta, de momento, que seamos capaces de desarrollar la telepatía). Ya con los fijos, solía suceder que alguien de casa cogía el teléfono y un tercero quería dar un recado para el que estaba llamando. Resultaba una misión imposible. Pero no le dimos importancia. Sin embargo, sigue sucediendo. Y con el móvil se vuelve peligroso. Al disponer de movilidad, el mayor peligro no es enrollarse en el cable, es jugarse la vida en la calle vagando sin rumbo. En incontables ocasiones he visto a gente corriente, en su sano juicio, que aprecia la vida que se le ha dado cambiando radicalmente al responder una llamada. Tras un rato hablando (variable, entre segundos y minutos, según la persona) comienzan a disociarse del mundo en el que viven, sin recordar dónde están ni saber adónde van, vagando sin rumbo: hablando, riendo, conversando felices, ajenos al peligro que corren. Gente estropeando calles recién pavimentadas, cruzando sin miedo calles repletas de coches o dirigiéndose en el puerto hacia el fondo del mar.



Analicemos ahora cómo cambiamos el entorno usando inocentemente nuestros terminales.


No vamos a discutir de medio ambiente ni de salud. Tampoco vamos a mencionar más sobre los riesgos de los despistados que cruzan autovías, ya incluidos en el punto anterior.


En este caso pasaremos a hablar de los tonos de llamada que se usan. Se compran, descargan y usan infinidad de ellos. En la mayoría de los casos resultan graciosos en casa pero increíblemente bochornosos en la calle. Y casi en todos los casos -sobre todo en los de las personas que hemos decidido simplemente no usarlo, sustituyéndolos por el vibrador- suponen una incómoda, molesta y creciente cantidad de ruidos y músicas estúpidas que, acechando cada vez que sales a la calle, atacan cuando menos te lo esperas. Dejo aquí este punto…


Paso por tanto, a tratar el tema que inevitablemente sigue al tono de llamada. Antes hablábamos en casa, en la intimidad, y parecía que lo agradecíamos; pero en realidad era algo que nos daba igual. Porque en la calle intercambiamos nuestras conversaciones a grandes voces sin el más mínimo pudor. No sé si en otras culturas sucede así, así que hago un inciso para advertir que la que yo estoy analizando es la gallega, bien nutrida de especímenes “movilizados” de este tipo. Así, es común ver gente a gritos por el móvil, compartiendo su conversación contigo, haciendo extraños saludos y -esto siempre- interminables despedidas: “hala… adiós… adiós… talego (abrev. “Hasta luego”)… chao... talego…”, y tras poner el dedo sobre el botón de colgar la despedida sigue más o menos así.


Habiendo oído todo esto y, a modo de conclusión: la próxima vez que cojas el móvil, proponte que seas tú quien lo controle a él, y no él a ti.



Y recuerda que probablemente te estás jugando la vida usándolo, aunque nunca te hayas dado cuenta.

6 comentarios:

niktgrump dijo...

Muy buen articulo Yosu.

Tengo que reconocer que el único uso que le doy al móvil es el de despertador xD así que poco puedo aportar a lo que has dicho (y muy bien oye) tú, así que pasaba más a saludar que a otra cosa jaja

Paskuator dijo...

Pues oye... ya lo usas más que yo xDDDDDDDDD

De hecho, en los concursos en los que participo pongo mi número fijo de casa y del trabajo.. xD Con estos antecedentes normal que tenga un móvil de hace 5 años por lo menos... bueno, al menos manda mensajes, que realmente es lo único que necesit... ¡ah no, si para mandar mensajes uso el msn o el email, y si no paso! jajajajajaja

En fin, muy buen artículo. Quizá algún día entienda a toda esa gente que cambia de móvil cada año... por ahora soy feliz en mi ignorancia.

Saludos.

Paskuator dijo...

Nada, gracias a ti, si nosotros disfrutamos como enanos comentando xDD. Vaya marujos atípicos estamos hechos.. Además que todo lo que se ha dicho es cierto.

Saludos.

Farándula dijo...

Je, je. Me ha hecho mucha gracia lo del impacto. Plenamente de acuerdo con el asunto de los tonos: ejecutivos de importantes empresas haciendo una presentación cuando de repente suena el chiki chiki, policías con musiquillas reaggeton... dan miedo. Yo en el mío tengo uno que parece sacado de una peli de Bogart (me acaba de venir a la mente una escena de In and Out, en la que una modelo tenía que usar un teléfono de los antiguos, esos con la ruedita de marcado y la tipa se quedaba sin saber qué hacer) perdón, divago, es la edad...

Paskuator dijo...

En mi trabajo el director de nuestro laboratorio tiene un tono que es "queeee boniiito mi patitoooo...." no me sé el nombre del tono, pero es de estos con las voces de los pitufos ahí toda aguda. Seguro que más de uno sabe cuál digo...

Bueno, ése, y otra el de la pantera rosa, el de verano azul... Vaya esperpentos... y yo con el móvil apagado en el curro (que no sé para qué me lo llevo entonces, pero bueno xD)

Sr. Stromboli dijo...

xDDDDDD

Pues muy interesante el artículo jeje. La verdad que dice verdades como puños, valga la "rebuznancia".

Sin embargo, no estoy de acuerdo en lo de los tonos... vale, sí, hay algunos que son para cogerles el móvil y meterselo por el "·$%&/()=, pero no es mi caso, en mi caso es un recuerdo a uno de los míticos, algo que nunca debe perderse, que debe perdurar en nuestro hábitat natural... por supuesto hablo del tono de Benny Hill, xDDD, el de Austin Powers pasó al banquillo ;-)

Pero bueno, razón tienes, cuidado con el móvil que me han dicho que es de... ejem ejem