sábado, 6 de septiembre de 2008

Cronología del traumatismo del videoadicto 1/2

Hola amigos, hoy es un día triste, pues os voy a contar la historia de mi amigo Rodrigo, conductor de autobuses infantiles y videoadicto desde su infancia...

¡Aaaay polliiiino, sácame por la oreja derecha, que es la buena!

Rodrigo, ejemplo de superación donde los haya, comenzó su periplo videojueguil siendo un completo adicto de las máquinas tragaperras. Tal desgraciado era su estado, que debía navegar día y noche en el estanque del Retiro (Madrid, España, Coordenadas 40.24 N - 3.41 O) en busca de monedas sueltas para su vicio.

Esto NO es el estanque del retiro, aunque por su agua verde apenas hay diferencia.

Tras continuas prostituciones fisioemocionales y con carácter somático que le acompañarían de por vida, Rodrigo decidió que debía cambiar su modo de proceder. Que, entre bañeras y restos de bicicleta que encontraba en el susodicho estanque, no hallaría su felicidad.

Fue entonces cuando se compró una atari 2600.

La atari 2600, predecesor "grill" de la PS3 y, en general, de todos esos aparatos antiestrés, le proporcionó gratos encuentros y diversiones. Su mando, de cierto origen fálico en composición y poca movilidad, no fue, sino esa cuarta pierna a la que siempre recurría cuando se sentía solo (cuando se encontraba solo a secas recurría a la tercera pierna).

Rodrigo adquirió la versión femenina de Pac-man esperando encontrar alguna sorpresa erotico-festiva. Aún sigue en ello.


Pero, ¡oh amigos! los tiempos cambian, y algunas cosas vienen y otras se van, no siendo así, sin embargo, la adicción de nuestro amigo, que pese a que ya no naufragaba en el retiro para buscar monedas, adquirió ahora un extraño pelaje y "olor horripilus", fruto sin duda de la falta de nutrientes corrosivos que la no realización de tal actividad había dejado en su ser.

Fue entonces cuando llegó el spectrum y sus cintas no menos espectrales. No en vano, Terry Pratchett dijo en su día que "con el spectrum te puedes comunicar con los muertos". En esa época, debido a los infrasonidos de los tiempos de carga, así como a los epilépticos combos de colores que los acompañaban, Rodrigo desarrolló un séptimo sentido (el sexto lo perdió en el retiro) por el cual se creía en comunión con seres del inframundo que nos cohabitan, tales, entre otros, como chip y chop o "Bert", el que tocaba 20 instrumentos en Mary poppins (hay leyendas que dicen que puedes invocarle por la noche)

Este retrato robot de la policía es lo más cercano que tenemos del fantasma de Bert.

Mutado, al igual que los jovenes que ocuparían su puesto en el futuro, en un ser despreciable y enajenado por el consumismo, se refugió en las consolas de 8 y 16 bits, donde, fuera ya de toda cordura o sentido común, comprendió, entre otras cosas que:

-Uno tiene que limpiar bien las cañerías de su casa, pues no sabe lo que puede salir de ahí.
-Uno no debe despreciar a ningún ser animal, pues su experiencia le indicaba que bajo intensa observación (y botones del mando en cuestión), éstos eran capaces de realizar cualquier peripecia inimaginable
-Que todo el que muere, acaba resucitando, y que la vida es elíptica (ahí coincidía con Nietzsche), pues volvemos a pasar por los mismos escenarios una y otra vez.
-Que la perspectiva es un concepto engañoso y que no debemos fiarnos de las leyes de la física.
-Que otro lenguaje que no sea el ingles, o en su defecto el japonés, no existe y es una mera ilusión del alma humana.
-Que todo ser viviente tiene barra de vida así como una banda sonora que acompaña cada una de nuestras acciones, lo que pasa que están ocultas en la cuarta dimension y sólo las pueden ver los elegidos.
-Muchas más gilipolleces, que por respeto a la salud mental de los presentes omitiré para posteriores encuentros. En definitiva, que cualquier cosa que uno pudiese pensar, se hacía realidad en tal fantástico mundo de sueños.



Rodrigo en su epoca Spectrum, posando para su foto de carnet de autobus. No sabemos qué tenía en la boca. No queremos saberlo.

Pero los infortunios acompañan siempre a los desdichados, y por tanto tal situación de amor videofílica no podía continuar mucho tiempo más... Fue entonces cuando aparecieron las consolas de 32 y 64 bits, y nuestro amigo comenzó su ocaso.

Debido a malformaciones tras años de aporrear el joystick de la atari como si fuese el suyo propio, Rodrigo había adquirido una fuerza prodigiosa, sí, pero también una hipertrofia en todos sus dedos. Ahora, con esos mandos con tantos botones, apenas podía jugar más que en una extraña posición en la que, entre dedos utiles, y los pocos dientes que aun le quedaban (con ellos desplazaba la palanca analógica), pudiese pulsar los botones correctamente.

Fotomontaje infraganti. Rodrigo no se vende por dinero, sino por fichas de parchis o pokes para los juegos del spectrum.

Pese a esto, se pasó el final fantasy VII tres veces, así como el Superman 64. Y todos le amamos por ello.

En el próximo reportaje, analizaremos la llegada de los 128 bits así como la generación actual de consolas.

2 comentarios:

Farándula dijo...

Que otro lenguaje que no sea el ingles, o en su defecto el japonés, no existe y es una mera ilusión del alma humana.

Jajaja, que bueno Paskuator

¿Y no será una autobiografía disfrazada en un personaje ficticio...?

Paskuator dijo...

Que va, para nada. A mí nunca me han gustado las máquinas tragaperras :P (y tampoco me acercaría siquiera a un estanque que por sí solo puede hacer explotar un contador Geiger).

Lo cual no quita que haya ciertos elementos veraces en todo esto: http://www.elmundo.es/2001/10/17/madrid/1060240.html

Aprovecho para pedir perdón a la gente de bien por esta entrada...

...y por la siguiente, que me da a mí que va a ser igual, o peor xD.

Un saludo.